lunes, 11 de agosto de 2014

La relación actual entre los trastornos mentales y los asesinatos múltiples.


Tiroteos en una escuela de Colorado o de la provincia de Buenos Aires; en una oficina postal de Oklahoma; en una sucursal de una firma multinacional en Honolulu; en un restaurante en San Diego o en Bogotá; ataques con armas blancas en un centro comercial en Tokio o en el centro de Madrid, y el mundo es testigo de otro súbito y “aparente” relámpago violento homicida. Usualmente, los periodistas llegan antes que las ambulancias, y en algunos casos, antes que la propia policía, y comienzan con su trabajo, de entrevistas a vecinos, amigos o familiares del asesino, sus amigos o familiares, e, invariablemente, ellos dicen algo así como: “Él/ella sólo explotó”.
Pero esta “razón” no puede tomarse en una forma tan simplista: este tipo de asesinos no “explotan”. Un muy buen informe, realizado por el periódico “The New York Times” reveló que, estudiados 100 ataques relámpagos mortales de violencia, la mayoría de los asesinos se había ido deteriorando, en forma lenta, tanto mental como emocionalmente. La mayoría de ellos dejaban un “mapa” con serias señales de advertencia; pasaron meses para planificar sus ataques; acumularon o consiguieron armas fácilmente; expusieron –a sus compañeros de trabajo, de escuela, o a su familia misma– sus planes sangrientos. Y lo más lamentable: muchos mostraron signos de trastornos severos en su salud mental, habían sido tratados psiquiátricamente, pero en forma negligente, inapropiada, y hasta medicados en forma equivocada.

No obstante, a medida que se avanza en la investigación, caso tras caso, “aparecían” los olvidados, perdidos o ignorados signos de advertencia: por un displicente y burocrático sistema de atención de salud mental; por familias incapaces de enfrentar los serios problemas mentales en su seno (ya sea por ignorancia, negación o imposibilidad real a raíz de la violencia y/o negación del propio enfermo); por empleados, docentes y directores o encargados, quienes fallan al no tomar seriamente las amenazas, y hasta por la policía que, cuando era alertada por familiares, vecinos o amigos temerosos, resultaron incapaces de intervenir antes de que erupcionara, en forma mortal, la violencia.
En el 34 % de los casos estudiados, sin embargo, las familias, los amigos o los compañeros de los asesinos, desesperadamente, trataron de buscar algún tipo de ayuda para una persona que parecía ser una “bomba de tiempo”, pero, en forma invariable, sus reclamos eran minimizados por la policía, los administradores de establecimientos de enseñanza o las empresas en las cuales prestaban servicios. El sistema de salud mental tampoco funcionó como hubiera debido hacerlo, por las razones que más adelante veremos. También hubo casos en que los propios enfermos buscaron ayuda y también fueron ignorados o tratados en forma negligente o inapropiada (James Huberty, Sylvia Seegrist, por nombrar algunos). Y, en honor a la verdad, otros fueron tratados en forma apropiada, gastando el estado cientos de miles de dólares en sus tratamientos, pero tampoco pudieron detener esta furia homicida (Robert Hawkins).
En respuesta a la escalada de este tipo de homicidios múltiples de tipo relámpago, en escuelas, lugares de trabajo, tiendas, restaurantes y otros lugares públicos, el diario reexaminó, en el año 2000, estos violentos incidentes ocurridos en los EE.UU. en los últimos 50 años, o sea, desde 1950 hasta dicho año. Se recabó gran cantidad de información de este centenar de casos y se estudiaron, exhaustivamente, 25 de dichos sucesos, una cuarta parte sorprendente, los cuales sólo habían atraído una local y pequeña cobertura mediática. El informe también incluyó revisiones de los casos judiciales y los archivos de salud mental, además de entrevistas con familiares y amigos, psicólogos y víctimas, en un esfuerzo para arrojar algo más de luz sobre esta gente que estuvo tan cerca de cada tragedia, y con ello intentar un aprendizaje preventivo.
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Cómo citar este artículo:
GARCÍA ROVERSI, Susana P. (2013). La relación actual entre los trastornos mentales y los asesinatos múltiples Revista Digital de Criminología y Seguridad. TEMA’S. Año II, Número 8. (p. 22-37).


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